Expandiendo el Reino



 
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Compartir la palabra de Dios es una necesidad y no una obligación.

Mateo 28.16: "Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.  Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.   Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;  enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
Deseo presentarle el mayor reto que se le haya hecho a hombre alguno, de parte de la persona más extraordinaria que ha vivido. No importa cuán rico, cuán famoso, cuán brillante o cuán poderoso sea usted, ninguna causa a la que se entregue se puede comparar con este llamado de Dios, que cambia vidas, e inclusive cambia al mundo.

No importa cuántos honores, premios y logros haya alcanzado, nada puede siquiera compararse con este mandato de nuestro Señor Jesucristo de ayudar a llevar Su mensaje de amor y perdón a toda persona en toda comunidad, en todo país del mundo, y hacer discípulos en todas las naciones.

Hoy vivimos en un mundo de cambios rápidos y radicales. Los corazones de los hombres están llenos de temor y angustia, frustración y desesperación. El género humano ha demostrado ser incapaz de enfrentarse con los serios problemas de nuestro tiempo – la explosión demográfica, la contaminación ambiental, los altos índices de crimen y violencia, la rebelión sexual, el alcoholismo, la adicción a las drogas, el aborto, al pornografía, la excesiva urbanización, y la decadencia política, social y moral.

¡Qué buen momento para que los cristianos participen en la más grande cosecha espiritual desde el Pentecostés! Esta hora oscura y desesperada para los asuntos del género humano, es una hora de destino, un tiempo de oportunidades sin precedente para los cristianos.

Esta es la hora para la cual nacimos, para poner en marcha una revolución espiritual poderosa y arrolladora que cambie el curso de la historia, y le revele al género humano que el Evangelio glorioso de nuestro Señor Jesucristo, ofrece las soluciones básicas para todos los problemas que enfrenta la humanidad. Si esta declaración suena simplista o melodramática, haga una prueba, sólo aplique los Diez Mandamientos, la Regla de Oro y otras enseñanzas de Jesús, como por ejemplo Su mandato de amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente, y a su prójimo como a sí mismo - aun a sus enemigos - a cada uno de estos problemas y observe cómo se evaporan ante sus ojos.

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